Consolidación interna de la Iglesia en los siglos II y IV


A finales del siglo II y comienzos del III, la iglesia logró tal firmeza en su organización interna, sus formas de culto, la vida de sus fieles y la finalidad de su teología, que en el momento de su libertad exterior, pudo afrontar las tareas que le impuso la nueva situación. 

En cuanto a su vida espiritual y moral, hay que destacar que el punto de partida de la espiritualidad del cristiano es el bautismo, ya que a través de este el hombre renace a una vida nueva y obtiene como don del Espíritu Santo el conocimiento verdadero. La piedad martirial como segunda actitud fundamental del deseo de perfección, llega a su culmen en el siglo III cuando se convierte en el santo y seña de mayor fecundidad en la espiritualidad cristiana porque era, y es, la mejor imitación de Cristo que se puede realizar. El Ascetismo era vivido por muchos cristianos llegando a un alto nivel de testimonio evangélico y moral. Entre las mejores muestras de esta vida moral se citan: el matrimonio, la familia y la beneficencia. Todo esto, porque la necesidad de conformar la vida de acuerdo al bautismo supone la obligación de buscar la santidad; este era el ideal, pero la realidad era otra ya que en ese contexto se gestó la problemática de la penitencia como una segunda tabla de salvación. 

Un aspecto que marca de manera especial el proceso de consolidación de la Iglesia es la tolerancia que se da por el edicto constantiniano. A pesar de las persecuciones que se dieron a lo largo del siglo III y comienzos del IV, estos siglos, principalmente el III, marcan un proceso de afianzamiento de la constitución eclesiástica gracias a la espiritualidad eclesiológica y paulatina propagación del cristianismo como fruto del desenvolvimiento de la vida interna de la Iglesia en la literatura, la liturgia y la vida de santidad de algunos miembros. 

Con el decreto de Galieno (260-268), la Iglesia entró en un periodo de paz en el que se dio la progresiva salida de las catacumbas, aunque jurídicamente la Iglesia aún no estaba asegurada. Entre el 284 y el 324 se presentó la tetrarquía (dos augustos y dos césares en cada parte del imperio) y las respectivas luchas por la sucesión. En Occidente, después de la muerte de Constancio, Majencio y Constantino se enfrentaron hasta que Majencio fue vencido en el puente de Milvio en el 312, quedando Constantino como único gobernante occidental. En Oriente, después de la muerte de Galerio, Maximino Daya y Licinio se enfrentaron hasta que en el 313 Licinio derrotó a Maximino en Adrianópolis y quedó como único gobernante oriental. Posteriormente Constantino y Licinio se enfrentaron hasta que en el 324 quedó Constantino como único emperador. De esta forma, se dio la tolerancia a la religión cristiana, gracias al edicto del emperador Constantino, pues gracias a éste, se le permitía a los cristianos, como a todos, la libertad y la posibilidad de seguir la religión que eligieran. La última persecución se dio con Diocleciano quien veía en el cristianismo un obstáculo en su camino de restauración del imperio; esta fue violenta y se llevó a cabo a través de una serie de edictos que fueron aplicados con más rigor en oriente que en occidente. 
Cf. PATIÑO, José Uriel. Historia de la Iglesia Tomo I. La Iglesia, comunidad e institución protagonista de la historia siglos I-VII, San Pablo, 3ª ed, Bogotá 2009. pp 119 - 126

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