La escritura eclesiástica de la antigüedad en la constitución de la Iglesia.

En el proceso de organización y consolidación de la Iglesia, juegan un papel fundamental los escritos, pues, a través de estos, se iba plasmando la experiencia de fe de los cristianos y se lograba estructurar la doctrina del evangelio. Los primeros siglos del cristianismo son de una riqueza incalculable en cuanto a la literatura se refiere, tal vez no por la cantidad, sino por la calidad y la importancia que éstos tienen en la formulación de la fe y la constitución eclesial. Hay que tener presente que estos escritos se dan en tiempos de persecución y de controversia por las herejías que amenazaban con tergiversar la doctrina cristiana auténtica. Se puede clasificar en tres grupos: Padres Apostólicos, apologetas y literatura cristiana. 

         Padres Apostólicos 

Es la época en que se despliega la actividad de la segunda generación cristiana, la que sucede a los apóstoles. Adquirieron relieve ciertas personalidades, encarnando a las primeras comunidades: Clemente Romano, Ignacio de Antioquía, Policarpo de Esmirna, Doctrina de los Apóstoles, Carta de Bernabé y el Pastor de Hermas. 

Ignacio, segundo sucesor de Pedro en la cátedra de Antioquía de Siria, escribió siete cartas, una de ellas a los cristianos de Roma pidiéndoles que no impidieran su martirio. Papías de Hierápolis, escribió las sentencias del Señor, de la que solo se conservan unos cuantos fragmentos. Esta obra, aunque fue considerada de poco rigor desde el punto de vista teológico, es un testimonio de la viva preocupación de los primeros cristianos por indagar el origen y consistencia de los escritos bíblicos, de manera que éste autor se considera uno de los primeros exégetas de la historia. 

Policarpo, obispo de Esmirna, fue discípulo del apóstol Juan y luego de Ignacio de Antioquía. En una breve carta dirigida a los cristianos de Filipos, exhorta a sus destinatarios a la práctica de la fe y la obediencia a presbíteros y diáconos. Este obispo s e destaca por dos circunstancias ligadas amabas al 155: su viaje a Roma para tratar con el Papa Aniceto sobre la fecha de la festividad pascual, y el martirio que sufrió a su vuelta a Esmirna. 

La Siria cristiana de estos decenios, presente a través de Ignacio, se muestra de manera sugerente en la obra anónima titulada “Doctrina del Señor a las naciones por medio de los doce apóstoles (Didache, es decir, doctrina o enseñanza) que se descubrió en 1875 en una biblioteca de Jerusalén. Se trata de una recopilación de normas morales, partiendo de la doctrina de los dos caminos, el bien y el mal, de normas litúrgicas y disposiciones disciplinares, con una exhortación final de tipo apocalíptico. Según los expertos, este texto se remontaría a la época de los apóstoles y presenta un fuerte colorido arcaico y una teología típicamente judeocristiana. 

La carta a Bernabé, que se remonta al 140 y fue rescrita en un ambiente de cristianos alejandrinos procedentes de la gentilidad. En esta, además de consideraciones morales, se halla un intento de interpretación alegórica de los preceptos del Antiguo Testamento, para demostrar la inconsistencia de la normativa judaica y resaltar la centralidad de Cristo en la historia de salvación. 

En el “Pastor de Hermas”, se hace presente con más fuerza el alegorismo, método de exegesis bíblica que permite a los primeros cristianos liberarse del judaísmo rabínico. Este es un texto de corte apocalipsis apócrifo, que se le atribuye a Hermas (posiblemente hermano del Papa Pío I, 140-155) y con la que se dibuja el drama de la segunda generación cristiana en Roma: el drama del pecado después del bautismo y la necesidad de una nueva penitencia y conversión. 

       Literatura apologética 

Los apologistas se levantaron contra el esfuerzo imperial por acabar con el cristianismo y con sus escritos combatieron a los enemigos que aparecieron; su acción comenzó a partir del 125. Frontón, preceptor de Marco Aurelio, acusa a los cristianos de asesinatos de niños para beber su sangre; esta acusación era creía porque se conocían las costumbres judías y púnicas de sacrificar niños en masa. Luciano de Samosata, autor de “Diálogos de los muertos” y “Muerte de Peregrino”, descarga su ironía burlándose de los cristianos por su desprecio de la muerte y su amor al prójimo que califica de estupidez. El punto focal de su polémica es la negación de la divinidad de Cristo y la rebelión de los cristianos contra los ideales del logos y el nomos; además, influyó negativamente en la opinión pública con respecto a los cristianos. 

Ante las acusaciones aparecieron las apologías que, dirigidas en un comienzo a los cristianos y posteriormente contra los escritores que atacaban la fe cristiana, son valiosas para la historia porque sintetizan el primer estadio de la ciencia y la literatura cristianas al compendiar la doctrina; los apologistas eran cultos filósofos que sabían y conocían bien el ambiente que se respiraba en la época. Ellos presentan el cristianismo como un sistema religioso que conduce a la realización personal y, en contrapartida, atacan el paganismo o, para ser más exactos, la religión del Estado y sus provincias. La producción apologética en el siglo II fue en griego y alguna vez en siriaco; las primeras apologías, dirigidas al emperador Adriano, fueron escritas por Quadrado y Aristídes de Atenas. 

Justino, oriundo de Palestina, es la figura más característica del intelectual y testigo cristiano del siglo II. En un siglo de sofistas ambulantes, enseña una filosofía, la única verdadera, el cristianismo. Ha quedado tres obras como fruto de su actividad intelectual: una “Apología”, que se remonta al 150 y está dirigida al emperador Antonino Pío, para justificar la doctrina, la moral y el culto del cristianismo; un asegunda “Apología” más breve, que se puede fechar en el 156, dirigida al senado romano, para defender a ciertos cristianos y refutar las acusaciones del filósofo Crescente; y, por último, el “Diálogo con Trifón”, sabio judío, donde se encuentra la descripción del itinerario espiritual de Justino y una defensa del cristianismo como religión definitiva, monoteísta y universal. A pesar de na actitud apologética, conciliadora e irenista, Justino, tras ser denunciado y procesado, murió decapitado en el 165. 

Teófilo, obispo de Antioquía, en la apología “Ad Autólico”, que puede datarse hacia el 180, completa teológicamente a Justino, quien había hablado del “logos spermatikós”; para explicarle a Autólico el modo de proceder de Dios, habla por primera vez de Trias (trinidad), logos endiátehos (el Verbo inmanente en la Trinidad divina) y logos prophorikós (el Verbo que sale de sí en el momento de la creación. 

La confianza en la fuerza de la razón, la cultura y el sentido común es evidente sobre todo en Atenágoras de Atenas, que es sus obras “”legación en favor de los cristianos” y “Sobre la resurrección de los muertos”, defiende a los cristianos de la acusación de ateísmo, demuestra la unicidad de Dios contra el politeísmo. En un nivel semejante en cuanto a su actitud, contenido y estilo, se sitúa la “Carta a Diogneto” procedente de Alejandría, que se descubrió hasta el 1870, pero puede datarse del 180. El concilio Vaticano II vio en este escrito elementos muy fuertes que ayudaron a sustentar la Constitución Gaudium et Spes, ya que tiene un alto contenido con respecto a los cristianos en el mundo. 

En Lyon se encuentra Irineo, una de las personalidades más características de la tercera generación cristiana. Había nacido en Esmirna, fue discípulo de Policarpo, y, habiendo emigrado a Lyon en Asia Menor, se hizo sacerdote de esa comunidad. Años más tarde fue elegido obispo, y escribió varias obras explicando la verdadera doctrina contra los herejes, en particular contra los gnósticos. De él han quedado dos obras que lo convierten en el fundador de la teología dogmática: “adversus haereses” contra los gnósticos y “Demostración de la predicación apostólica” , descubierta en 1904, que comprende apartes con apuntes teológicos y cristológicos. La teología de Irineo, que está basada en la Escritura y la tradición eclesial, es de controversia; pues al gnosticismo, la falsa gnosis le opone el catolicismo, la verdadera gnosis, es decir, el verdadero conocimiento basado en la fe. 

Lo más importante de los apologetas consiste en probar la conformidad doctrinal del cristianismo, la no violación de las leyes civiles siempre y cuando éstas no se opongan a los designios de Dios y, junto con una ilustración sólida y completa, ayudan a establecer el canon escriturístico para evitar mutilaciones posteriores. 

       Literatura cristiana 

El siglo III es otro eslabón en los escritores eclesiásticos que sucediendo y comunicando la fe apostólica han hecho de la Iglesia una Institución con dinamismo propio. Las letras cristianas de los primeros siglos se desarrollaron al ritmo de los acontecimientos que jalonaron la historia de la Iglesia; por esto, los escritos eclesiásticos de los primeros siglos son circunstanciales y ocasionales, ya que la necesidad de defensa marcó la pauta de esta literatura durante muchos años. En esta época, siglo III, cobran importancia dos escuelas teológicas. 

La escuela de Alejandría entre cuyos autores fulguran con luz propia Clemente y Orígenes, tuvo el mérito de ser la cuna de los mejores estudios bíblicos de la antigüedad, no en vano, allí se realizó la edición de los LXX y la mejor interpretación alegórica de las Sagradas Escrituras. 

La escuela de Antioquía desde sus inicios se opuso a la anterior; en lugar de la alegoría, el centro de sus trabajos era la exégesis filológica e histórica de los libros sagrados con el fin de realizar una interpretación literal que pusiera de manifiesto el sentido de los textos; desde su realismo aristotélico, en oposición al idealismo platónico de Alejandría. Su representante principal fue San juan Crisóstomo. 
Cf. PATIÑO, José Uriel. Historia de la Iglesia Tomo I. La Iglesia, comunidad e institución protagonista de la historia siglos I-VII, San Pablo, 3ª ed, Bogotá 2009. pp 109- 119

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